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Turismo low cost: ¿una pausa o el inicio del fin?

El alza de las tarifas no es un fenómeno pasajero. El turismo low cost quedó acorralado por una serie de factores que habilita el inicio del fin de ese modelo.

La disparada de tarifas de aéreas y terrestres iniciada en 2022 está lejos de ser un fenómeno coyuntural capaz de ser explicado simplemente por el aumento del costo de la energía o el desacople pos-Covid entre una demanda enceguecida por volver a viajar y una oferta remolona. Lo mencionado es apenas el mascarón de proa de otros tantos y tan variados factores económicos, políticos y sociales que animan a muchos a plantear el principio del fin del modelo del turismo low cost.

En este informe analizaremos que está pasando con las tarifas a nivel global y en Latinoamérica, cuál es la evolución prevista a mediano plazo, y cómo factores exógenos y endógenos del sector se preparan para velar al fenómeno que en las últimas décadas revolucionó el turismo de masas a nivel global.

De la nueva normalidad al nuevo costo de viajar

Un digno epitafio para el turismo low cost podría ser la frase de uno de los padres de la criatura, Michael O'Leary, CEO de la compañía aérea de bajo coste Ryanair, quien hace un año le dijo a Financial Times: “Ha sido mi obra. Gané mucho dinero haciéndolo. Pero, en última instancia, no creo que viajar en avión sea sostenible a medio plazo con una tarifa media de € 40. Es demasiado barato”.

El empresario irlandés, como la mayoría de los analistas en aquel momento, apuntaron directamente al aumento de los combustibles y a las dificultades para conseguir empleados como los principales responsables del fin de la era de los vuelos baratos. O’Leary pronosticó que la tarifa media para un ticket de bajo coste subirá un 50% hasta 2025.

Sin embargo, la propia volatilidad de esos factores -por muy determinantes que sean- no bastan per se para explicar un cambio de tendencia a largo plazo. Dicho de otro modo, aunque cayeran el precio del petróleo o de la energía eléctrica, se acabara con la escasez de mano de obra, bajaran las tasas de interés que hoy encarecen la deuda de las compañías y se resolvieran los desafíos de la cadena de suministros, pocos analistas ven probable el retorno a los tiempos de los vuelos híper baratos o los alojamientos alternativos a precio de ganga.

Días atrás CWT y GBTA publicaron su pronóstico global de viajes de negocios para 2024, en el cual informaron que las presiones sobre los precios seguirán siendo elevadas en ese año y de cara al futuro. Algo que Patrick Andersen, director ejecutivo de CWT, planteó como estructural: “Después de los aumentos excepcionalmente pronunciados observados en 2022, las tarifas parecen estar estabilizándose y se proyectan alzas mucho más leves durante los próximos 12 a 18 meses. Ahora podríamos estar analizando el nuevo y verdadero costo de los viajes”. A lo cual Suzanne Neufang, CEO de GBTA, describió como “un acto de equilibrio continuo entre la demanda, los costos y los compromisos ambientales”.

¿Qué pasó y qué esperar con las tarifas?

Antes de continuar con el análisis de los factores que alientan el ocaso del turismo low cost, repasemos los datos de los extraordinarios aumentos de 2022 y los proyectados para el próximo bienio.

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“Los proveedores ahora tienen un mayor control cuando se trata de tarifas y es poco probable que suelten rápidamente ese poder de fijación de precios”, explicó CWT y GBTA.

“Los proveedores ahora tienen un mayor control cuando se trata de tarifas y es poco probable que suelten rápidamente ese poder de fijación de precios”, explicó CWT y GBTA.

Según el estudio de CWT y GBTA, el precio promedio del ticket aéreo (ATP) para viajes de negocios aumentó un 72,2% en 2022 (US$ 749) respecto a 2021, superando con creces las cifras incluso de 2019 (US$ 670). Para este año se espera que la suba sea mucho más modesta (+2,3%), al igual que en 2024 (+1,8%), pero sin olvidar que se parte de una base mucho más alta que las tarifas de la prepandemia.

La recuperación consolidada de la demanda en un contexto de escasez de capacidad de asientos, sumada a las demoras en la entrega de pedidos de aeronaves, claramente sigue ejerciendo presión al alza sobre las tarifas de los billetes. Pero, como anticipó el banco europeo ING, “los precios de los billetes aumentarán estructuralmente” como consecuencia del desafío de la descarbonización (que trataremos más adelante).

Al igual que con los vuelos, la tarifa diaria promedio (ADR) global para reservas de hotel aumentó un 29,8% en 2022, se espera que suba otro 4,3% en 2023 y llegue a los US$ 174 (+3,6%) para 2024. Los costos de mano de obra, energía y alimentos y bebidas explican parte del contexto, pero también hay un desacople entre la demanda y la oferta. La construcción de hoteles sigue por debajo de su pico prepandémico y, en particular en las grandes ciudades, se han ido perdiendo plazas en 1, 2 y 3 estrellas, concentrándose las aperturas en 4 y 5 estrellas.

Los proveedores ahora tienen un mayor control cuando se trata de tarifas y es poco probable que suelten rápidamente ese poder de fijación de precios”, explica el pronóstico global de viajes de negocios de CWT y GBTA.

Aunque merezca un capítulo aparte, tampoco hay que dejar de mencionar que, entre las regulaciones y la profesionalización de la oferta, la opción de alojamientos de alquiler temporario -al estilo Airbnb- ya no es la opción económica que era antes de la pandemia y la diferencia de tarifas con un hotel convencional no existe o se ha visto notablemente recortada.

Por ejemplo, de acuerdo con el informe especializado de Airdna, las tarifas promedio diarias de los alquileres a corto plazo en Europa crecieron en julio pasado un 16,9% respecto a 2022 y están un 38,2% por encima de 2019.

El costo de la sostenibilidad

Días atrás el ministro de Transportes de Francia, Clément Beaune, le puso un clavo más al ataúd de las tarifas low cost: “Los billetes de avión por € 10 ya no son posibles cuando estamos en plena transición ecológica. Eso no refleja el precio para el planeta”. La Administración gala prohibió, además, en mayo de este año los vuelos sustituibles por viajes en tren de menos de 2,5 horas, lo cual en la práctica aplica a tres rutas desde París (Burdeos, Lyon y Nantes).

“Deberíamos ocuparnos de los viajeros frecuentes, que de eso no se ocupa nadie”, respondió Jon Worth, fundador de la campaña Trenes para Europa. En estos momentos hay un intenso lobby no sólo para favorecer el uso del tren, sino para penalizar con tarifas más altas a los viajeros frecuentes. Una de las organizaciones que la encabeza es Possible, que impulsa una campaña de firmas “Pídale a su parlamentario que apoye un impuesto a los viajeros frecuentes”. Según estas ONG, en Francia el 2% de las personas toman la mitad de todos los vuelos, el 15% de los británicos toma el 70% y el 8% de los holandeses el 42%.

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Paralelamente, hoy por hoy las intenciones de reemplazar el avión por el tren también tendría su impacto directo en los presupuestos de viajes. Según Greenpeace, en 79 de las 112 rutas analizadas los itinerarios en avión son más baratos que en ferrocarril, que -en promedio- cuestan el doble. “Una de las razones por las que la gente elige volar en lugar de viajar en tren es el precio: ¿por qué alguien tomaría el tren de Londres a Barcelona y pagaría hasta € 384 cuando hay billetes de avión disponibles por el precio ridículamente bajo de € 12,99?”, apuntó el estudio de la ONG. No solo eso, Greenpeace añadió que solo en la mitad de las rutas los itinerarios en tren son “decentes”, mientras que en el resto las conexiones son malas o lentas.

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O sea, el desafío de la descarbonización al que se enfrenta el sector es enorme y pone cada vez más presión a las tarifas. Otra cara del mismo problema es que, ya sea por las políticas en ciernes, la presión pública o la propia conciencia, las aerolíneas están invirtiendo más en medidas de eficiencia como la renovación de la flota e iniciativas (conjuntas) de producción y mezcla de combustible de aviación sostenible (SAF). En Europa, en particular, esos mandatos, así como un aumento en el precio del carbono (ETS, por sus siglas en inglés), conducirán a precios más altos de los boletos en los próximos años. Además, la reducción gradual de los derechos de emisión de carbono gratuitos del 25% en 2024 al 100% en 2027 significará que, por ejemplo, para un viaje de ida y vuelta de Londres a Atenas (406 kg. de CO) se traducirá en un impuesto de € 32,50 que se transmitirá a los clientes.

¿Cómo reacciona la demanda?

De acuerdo con los analistas, el aumento de los precios de los viajes, por ahora, no está impactando en los volúmenes de la demanda, pero muchos empiezan a vislumbrar cambios en las tendencias de consumo:

  • Menos viajes, más largos: a medida que las escapadas cortas se vuelvan menos asequibles, es probable que las familias opten por realizar menos viajes en el año, pero extiendan sus estadías para reducir el gasto general en vuelos.
  • Ocio y negocios: en el sector del turismo corporativo están observando mucha más flexibilidad por parte de los clientes a combinar viajes de ocio y negocios, como una manera de ahorrar dinero y ayudar a reducir las emisiones.
  • Vuelve el multidestino: otra tendencia que asoma de la mano de los altos precios es la de añadir más destinos dentro del viaje. El informe de CWT y GBTA indica que hubo un aumento del 10% en los viajes multidestino con respecto a los niveles previos a la pandemia.

Las tarifas en Latinoamérica

Tal como muestra el estudio de CWT y GBTA, la evolución de tarifas en Latinoamérica estuvo en línea con el resto del mundo. En 2022 el precio del ticket aéreo para viajes de negocios alcanzó los US$ 749, un aumento del 55% respecto a 2021. “Es probable que se desacelere en el futuro, pero seguirá siendo más alto que en otras regiones en tanto los países de esa parte del mundo sigan luchando contra la alta inflación y la capacidad de las aerolíneas se mantenga limitada”, señala el informe.

Por el lado del alojamiento, las tasas de crecimiento de precios también son significativas. Las tarifas de habitación promedio rondaron los US$ 99 en 2022, lo que representó un aumento del 26,9% respecto a 2021. La previsión para finales de 2023-2024 es que el crecimiento de los ADR sea elevado, similar a los aumentos en Asia-Pacífico e incluso superiores a los de Norteamérica y Europa. Se aguarda que la tarifa diaria promedio crezca un 9,1% en 2023 y reduzca el ritmo al 5,6% en 2024, cuando los precios promedio de las habitaciones alcanzarán los US$ 114.

Stop mochileros

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A nivel de destinos también crecen dos tendencias claras, que apuntan a mismo objetivo: desalentar el viajero low cost.

A nivel de destinos también crecen dos tendencias claras, que apuntan a mismo objetivo: desalentar el viajero low cost.

A nivel de destinos también crecen dos tendencias claras, que apuntan al mismo objetivo: desalentar el viajero low cost. Por un lado, están los destinos consolidados o en vías de serlo que apelan a una variedad de nuevos impuestos al turismo o a aumentarlos -los más habituales son las tasas por pernoctación o a los visitantes de un día-, como una forma de ayudar a la sostenibilidad de los destinos, la preservación de sus culturas locales e, incluso, como una estrategia para evitar el turismo excesivo y reorientar los flujos de visitantes.

Por otra parte, muchos destinos que se consideraban económicos antes de la pandemia están buscando reinventarse atrayendo viajeros con alto nivel de gasto y desalentando al resto. Por ejemplo, Tailandia está analizando introducir una tarifa de entrada, mientras que sugiere a los operadores centrarse en vender experiencias premium. Otro caso es Nueva Zelanda, cuyas autoridades declararon que centrarán todos los esfuerzos de promoción en los clientes de alto nivel de gasto y “no en aquellos que publican en Facebook cómo pueden viajar por nuestro país con US$ 10 al día”. También Indonesia dijo que apuntará a un turismo de calidad y que los mochileros ya no la tendrán tan fácil como antes. La lista de destinos con intenciones similares es inabarcable.

En definitiva, aunque el perfil del turista low cost seguirá existiendo, así como los períodos de ofertas y descuentos puntuales, por un tiempo la masividad ganada en base a precio ya no será la locomotora del crecimiento turístico de empresas y destinos.

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